domingo, 17 de marzo de 2013

Hay que seguir escrbiendo

Cuanto más escriba, aunque no tenga ni puta idea de lo que voy a escribir, el simple ejercicio de estrujarme la cabeza para ver lo que sale, es bueno. Porque si hago esto todos los días mi capacidad creativa aumentará, mis fallos ortográficos se reducirán notoriamente, ampliaré mi vocabulario, conexiones, elementos correferenciales, etcétera etcétera... Y lo más importante de todo, haré algo que me gusta. Hoy, una historia inventada sobre la marcha, y contada de manera muy esquemática:

Era un día soleado en la antigua calle. Mis amigos me llamaron para ir a tomar a un café, algo para lo que siempre estaba dispuesto en aquellos años de inmadureces. En mitad del café apareció una chica asombrosa, imaginadla rodeada por un aura celestial. Miento, de lo que estaba rodeada era de sus amigas, lo que en el caso de que yo quisiese acercarme, que no tenía lo que hay que tener. Iba a ser examinado, desfragmentado, comido y por supuesto criticado y mofado. Ese es el miedo que se tiene si vas solo a ligar con una tía rodeada por sus amigas a las que no conoces de nada. Igualmente me acerqué a mis demonios y me presenté...

Justo cuando iba a decir "Hola", ellas me miraron y se empezaron a reír, por lo que mi "Hola" cayó en el más triste de los silencios. Cuando volví a repetirlo, por desgracia para mí, me pasó esas cosas que pasan cuando te cambia la voz, un gallo emergió de mis cuerdas vocales. La risa entre sus amigas fue generalizada, mientras que a mí me importó poco, mentira, ya que sólo podía fijarme en aquellos preciosos ojos achinados por la risa que yo mismo causé.

Tuve suerte de que la mentalidad de aquellas mujercitas no fuera de abusar, ya que fueron amables conmigo, se presentaron y sacamos ese típico tema de conversación que tanto escucho últimamente, estudios. Durante aquella conversación en la que hablaba de aquellos temas tan triviales, yo sólo podía centrarme y pensar en aquella joven muchacha que me estaba empezando a mirar y sonreír demasiado. En ese momento se me ocurrió la brillante idea de decirles de ir por la noche a algún sitio. Obviamente, me respondieron que no, que ya tenían planes.

Pasado el rato, me deseclipsé por un momento y recordé porque estaba ahí, había venido a tomar café con mis amigos. Al volver ya no estaban, resulta que me hicieron la del buitre, y me dejaron ligando tranquilamente. Yo sabía donde tenía que ir a buscarles, pero en vez de eso fui a la barra a pagar, haciendo un "Hola de nuevo ¿qué tal? ¿Cómo estáis? Cuanto tiempo" a las señoritas que pasaron de mí. Me tomaron por tonto, se rieron y me siguieron el rollo, eran muy amables.

Justo cuando iba a salir por la puerta del local escuché un "Tsh tsh, espera espera" Era esa hermosura de adolescente que se dirigió hacía mí y me dijo "Que estás van hoy a emborracharse, pero yo no tengo muchas ganas, si quieres podemos quedar juntos" En ese preciso instante yo sentí como que me daban en el hombro y escuchaba la voz de mi primo "Illo, illo, ¿quieres envíar de una vez?" Y fue entonces cuando mi cabeza dejó de imaginar cosas y caí de nuevo en el mundo real en el que nunca tuve los cojones para levantarme a saludar a esas chicas que estaban en la barra. Envíe en el juego del rentoy, me reviaron, y nos tuvimos que ir de la mano porque nos pillaron el cano "embuste" que estábamos lanzando. Perdimos por mi culpa, no estaba en lo que estaba.