viernes, 28 de noviembre de 2014

Pequeña introducción al destino.

En el fondo de una piscina. Cierras los ojos y dejas a tu cuerpo flotar. En tu cabeza, empiezan a verse reflejos de subsconsciente. Sin hacer nada quieres tenerlo todo. En esos momentos Juan Molí estaba buscando una respuesta a por qué su vida era tan triste, o por qué a él le parecía así.

Se sentía muy sólo, iba a las mejores fiestas que su bolsillo le permitía, siempre rodeado de gente, siempre con algún lío de faldas en su cabeza. Beber, fumar y follar eran los tres mandamientos de su rutina. Nunca en el mismo orden, agitados, y también removidos. Siempre se acaba con alguna quemadura de cigarro en una zona no deseada, o siempre tienes arcadas en el momento poco preciso. Este hombre era un agitador de masas, alzaba su voz y decía:

-¡Oh! Valientes hijos de la gran puta, con todo lo que he vivido, escrito y follado, podría enterraros a todos en lo más hondo de vuestras miserables tumbas.

Pero, él de verdad no pensaba eso. Muy en el fondo, él sabía perfectamente de su situación actual, sabía incluso cuando le llegaría la hora de tocar fondo. Aún así, el seguía en el sofá bebiendo cómo si de un recién nacido bebiendo leche de las mamas de su mamase tratase. Molí quería hacer algo, levantarse de su mierda de vida, llena de vicios, que cualquier universitario de no ser por su futuro envidiaría. Él nunca encontraba la fuerza o la suerte necesaria como para salir de esa espiral decadente de su cabeza insertándose en lo más profundo de sus esfínteres.

Él destino le tenía algo preparado a este hombre de ojos apagados...