domingo, 16 de junio de 2013

En Motril

Camino de noche, vuelta a casa. Cierro los ojos para imaginar que estoy en otro lugar, que voy a otro sitio. Por más que lo intento no puedo evitar donde estoy, ni porque volví. Volví al lugar donde las horas se me hacen largas, y los días eternos. Donde los sitios están trillados y la diversión no está asegurada. Los barrios en los que das dos pasos y 23 niñatos con el pelo césped se ríen de ti. Una ciudad en que las mujeres que valen la pena se esconden de mí, joder, no soy tan feo ni borde como aparento.

Luego está la ciudad de mis dos mayores desamores, esa a la que odio y amo por haberme arrebatado tanto, y haberme dado poco. Lo poco que me dio fue bastante respetable e interesante. En estos momentos de letanía, parece que sólo tuviera 18 otoños a mi espalda. Momentos en los que mi presente es pasable y el futuro tiene pinta de mujer con los brazos cruzados y mirada seria. Un rostro que me cerrase las puertas mientras me corta las alas.

Nada de mi situación actual es malo, podría ser mejor, tiene muchas cosas buenas. Pero parece que pesan más todos los recuerdos antes de lo que tengo por delante. Vivir siempre lo mismo es aburrido, pero vivir en el pasado es triste. Así que ya sabéis el porque no me masturbo, me quedo sin imaginación y si pienso en algo anterior, mis pantalones se suben solos.

Para acabar, me duele la barriga y se me han ido las ideas.