lunes, 14 de septiembre de 2015

Estoy enamorado de...

Tenía que llegar una entrada pastel, iba a disculparme, pero el amor no perdona.

Allí estaba, con su blanca sonrisa sonriendo a sus amigas. Esos ojos profundamente azules, la piel blanca, el pelo ondulado y oscuro. Y ahí estaba yo, el de las greñas, el de los ojos color caca, el de la sonrisa manchada por el humo, borracho para variar, mirándola de forma obsesiva por el embriague del alcohol.

Para mí ella era un ángel entre tanto caos, iluminaba la sala con sólo su presencia, me fijaba en todo lo que hacía y todo me parecía una muestra de arte en movimiento. Sonaba una canción, intentaba cantar bien, que se me oyese en el ruido, tan sólo para llamar su atención, intentar conseguir que aquellos ojos se clavasen en los míos y poder sentir una vez más. Me enamoraba por momentos y eso que ni si quiera nos conocíamos. No me hacía falta, eso es algo que notas en el aire que respiras, porque al inhalarlo lo sientes en el pecho, tu presión aumenta y llegas a sentir hasta tu corazón.

Finalmente me miró, puso una cara extraña y en ese momento tuve una imagen visual de mi mismo muy ridícula: con la boca abierta, las paletas saliéndome de la boca, el pelo sudado, la mirada de ir ciego y movimientos de loco. Todo se me vino encima en un momento, pensé que era muy feo para ella, demasiado tonto, demasiado raro. Se fue, me quedé con los colegas bebiendo sin hablar, muy serio, recreándome en todo lo que podía haber sido y castigándome por la vergüenza.

De pub en pub fui saltando, me la crucé un par de veces y llegamos a una discoteca. La borrachera había empezado a bajar, pero los ánimos me los trajo la música. Mientras bailaba, en mi mente seguía existiendo la posibilidad de que iba a verla, tenía ese presentimiento y por ello comprobaba siempre a mí alrededor para ver si aparecía. La música paró de repente, o mi mundo se congeló. Estaba en pleno baile sin pensar, di un giro, allí la tenía, a mi lado, bailando, me miraba y sonreía. Toda la noche pensando en como tenía que hacer las cosas si me la encontraba y la presión fue tal, que huí. Agarré mi cerveza, hablé con mis colegas de forma muy rápida y muy nerviosa. Volví al lugar donde ella estaba, cagándome en mí por haber sido tan cobarde, con la esperanza de que no se hubiese movido.

Empecé a bailar cómo el alambre por los nervios, intentaba soltarme pero era difícil. Seguía allí bailando, "voy a acercarme con mi mejor sonrisa" pensé. Se giró, me miró, me saludó, se presentó, me presenté, bailamos, hice el tonto, se rió, le susurré al oído: "¿Quieres venir fuera?". Asintió con la cabeza y salimos. No se me da bien hablar con tanto ruido.

Ella no fumaba pero me dijo que también le agobiaban las situaciones de querer conocer a alguien en una discoteca. Teníamos tantas cosas en común que aquí no me caben y la historia va para largo. Espero poder acabarla. Goodnite.