sábado, 30 de mayo de 2015

La suerte nunca se olvida



La tarde está calmada y yo cansado. El cenicero rebosa colillas y ceniza, hay un plato sucio de la comida de hoy; una lata de pepsi vacía, táper de macarrones y polvo. Tengo una moqueta de suciedad bajo mis pies; calcetines que puede que nunca encuentren a su pareja, llenos de partículas, me recuerdan a mí. Suena Stairway to Heaven en el portátil, en mitad de este silencioso atardecer.

Las estrellas están brillando pero no puedo verlas, el Sol sigue aquí conmigo, tengo miedo de que me abandone, porque la noche traerá un silencio y una soledad mayor de la que puedo aceptar. Hoy no me refugiaré en la botella, estoy esperando al tiempo y mi tiempo está volando. Tengo una guitarra que no suena y que de todas formas, no sabría tocar. Mis guitarras se rompen por tal de que no las toque.

Paro la música, quiero escuchar a los pájaros, la tranquilidad. Alguien hablando con su hijo en la calle, los árboles se mecen y me eclipsan. Tendría que hacer muchas cosas, pero hay algo que me tiene cogido por el pecho. Tira de mí hacia abajo y me convierte en alguien desganado, taciturno, castrado. Me está costando aguantar esta primavera, demasiadas malas noticias, una tras otra, como si alguien estuviese castigándome por mis pecados.

Desde aquí oigo el segundero corriendo, a toda velocidad, tic tac tic tac TIC... Estoy fumando tiempo de mi juventud en nada, en un olor que no se me va a ir, en la mirada amenazante de la ansiedad y mi mirada cobarde del miedo. Tengo que sacar la basura. Vuelvo a darle al play y me exprimo la cabeza para seguir pensando.

No tengo apuntes, no tengo estudios, el viento sopla fuerte y me deja helado, será porque no llevo camiseta. Se me acaba de venir a la cabeza una palabra: Bukowski. Hoy no estoy de ánimo para beber contigo. El aburrimiento tiene fácil solución, pero lo que yo siento es algo completamente diferente. Miro hacia ningún lado fijamente, la mirada vacía, tecleo por impulso, necesitaba hacer algo y se me ocurrieron estos párrafos. Siento que no hay nada que me pueda arreglar este día tonto. Tampoco voy a ponerme a buscar, que la respuesta me caiga del cielo. Me acostaré relativamente temprano y mañana será otro día, otro día igual.

"Y así son todos los días, idénticos. Dejando pasar las horas como si fuesen los anuncios que nos obligan a ver mientras esperamos que nuestro programa preferido empiece. Vuelvo a casa tarde mintiéndome y prometiendo que mañana voy a ponerme en serio, que me hago viejo. ¿A quién voy a engañar?  Seguiré sentado esperando un golpe de suerte, tarde o temprano, me tiene que tocar a mí."